Publicado por Ecoacsa Reserva de Biodiversidadel Martes, 08 Mayo 2018
En 2017, se produjo un aumento de un 1,8 % de las emisiones de CO2 de la UE derivadas de la quema de combustibles fósiles respecto a 2016. España fue el cuarto Estado miembro en el que más crecieron, con un aumento de un 7,4 %.
España, cuarto país de la UE donde más creciero

La Agencia Europea de Estadística (Eurostat) ha difundido sus estimaciones sobre las emisiones de dióxido de carbono derivadas de la combustión de combustibles fósiles en 2017 en la Unión Europea. Según los datos, se produjo un aumento de un 1,8 % en comparación con 2016 en el total de emisiones comunitarias, y España fue el cuarto Estado miembro en el que más crecieron las emisiones de CO2. En concreto, el incremento fue de un 7,4 % respecto a los registros del año anterior. El total de las emisiones españolas a la atmósfera de este gas de efecto invernadero (GEI) representó un 7,7 % del total de la UE en 2017.

Las emisiones de dióxido de carbono son uno de los principales impulsores del calentamiento global y representan aproximadamente un 80 % de todas las emisiones de GEI de la UE. Los primeros datos aportados por Eurostat sobre las previsiones de las emisiones de CO2 como consecuencia de la quema de combustibles fósiles para la generación eléctrica revelan un repunte de un 1,8 % en el conjunto de la Unión y un aumento en la mayoría de los países miembros en 2017.

Los Estados en los que más crecieron las emisiones a la atmósfera de dióxido de carbono fueron Malta (+ 12,8 %), Estonia (+ 11,3 %) y Bulgaria (+ 8,3 %). España ocupa el cuarto lugar, con un impulso de un 7,4 %, seguido de cerca de Portugal + 7,3 %.

En el otro lado de la lista, los países en los que hubo una mayor disminución de las emisiones de CO2 fueron Finlandia (-5,9 %), Dinamarca (-5,8 %), Reino Unido (-3,2 %), Irlanda (-2,9 %), Bélgica (-2,4 %), Letonia (-0,7 %) y Alemania (-0,2 %).

Desde Eurostat aclaran que estos resultados están influenciados por factores tales como las condiciones climáticas, el crecimiento económico, el tamaño de la población, el transporte y las actividades industriales. Además, destacan que las importaciones y exportaciones de productos energéticos tienen un impacto en las emisiones de CO2 en el país donde se queman los combustibles fósiles: por ejemplo, si se importa carbón, esto genera un aumento de las emisiones, mientras que si la electricidad es importada, no tiene un efecto directo sobre las emisiones en el país importador, ya que se informaría en el país exportador donde se produce.

El informe de El sistema eléctrico español. Avance 2017 , de Red Eléctrica de España, recoge la evolución de las emisiones de dióxido de carbono asociadas a la generación eléctrica peninsular en 2017 (con datos hasta el 13 de diciembre de 2017) y destaca que estas aumentaron fundamentalmente por la menor aportación de las energías renovables, que representaron un 33,3 % respecto al total, frente a un 40,8 % en 2016.

Este descenso tan notable fue consecuencia del impacto de la extrema sequía sobre la producción hidráulica, que registró una caída del 48,4 % respecto al año anterior. Este descenso de la hidráulica estuvo acompañado además de una menor generación eólica (-1,6 % respecto al año anterior), aclara el documento.

La generación eléctrica con carbón fue el mayor contribuidor a las emisiones de dióxido de carbono del sistema eléctrico español en 2017, con más de 40 millones de tCO2e, seguido de los ciclos combinados, la cogeneración y los residuos.

En la cobertura de la demanda en España en 2017, lo más destacado fue la escasa aportación hidráulica (un 7,0 % frente al 14,2 % de 2016), que fue sustituida por una mayor aportación del carbón (un 17 % frente al 13,9 % de 2016) y de los ciclos combinados (un 13,9 % frente al 10,2 % de 2016). En cuanto a las tecnologías que más contribuyeron a cubrir la demanda, la nuclear se situó nuevamente en primer lugar, con una aportación de un 21,5 %, seguida de la eólica con el 18,2 %. Cerca de un 4 % de la demanda se cubrió con energía importada de otros países.

Las estimaciones avanzadas por Eurostat dejan patente que la Ley de cambio climático y transición energética de España debe ser coherente, ambiciosa y eficaz para cumplir los compromisos adoptados en el marco de Unión Europea y el Acuerdo de París. Esto es indispensable para consolidar la transición hacia un modelo económico que limite el incremento de la temperatura media global por debajo de los 2º C.

Por primera vez, se supera una concentración de CO2 en la atmósfera de 410 ppm durante un mes

Por primera vez desde que se inició la monitorización de las concentraciones atmosféricas de dióxido de carbono, estas han excedido las 410 partes por millón durante un mes entero, un umbral que empuja al planeta cada vez más cerca del calentamiento que los científicos y la comunidad internacional consideran «seguro».

La concentración media de CO2 en la atmósfera en abril fue de 410,31 partes por millón (ppm), según la serie de mediciones de la curva Keeling realizada en el Observatorio Mauna Loa en Hawai (Estados Unidos). Esta dato representa un aumento de un 30 % en la concentración de dióxido de carbono desde que la curva Keeling comenzara a registrar datos en 1958. El primer día en el que se superó el umbral de las 410 ppm fue el 17 de abril de 2017.

En 1880, el inicio de la revolución industrial, las concentraciones de este gas de efecto invernadero se situaban en las 280 ppm, un 46 % menos que el récord recientemente alcanzado.

Las 410 ppm de CO2 en la atmósfera durante abril y también registradas en mayo no se habían visto desde hace entre 5-20 millones de años, lo que es todo menos un buena noticia. Tal gran acumulación de gases que absorben el calor tiene graves consecuencias. Si se mantienen las concentraciones atmosféricas actuales de dióxido de carbono durante varios siglos, es muy probable que provocaran un calentamiento de la Tierra superior a 3 º C (significativamente más que el calentamiento actual, que está en un rango de 1 a 1,2º C). Además, esos niveles tan altos de GEI son suficientes para derretir porciones significativas de las capas de hielo del planeta, con sus consecuentes efectos sobre la subida del nivel del mar, lo que a su vez puede derivar en inundaciones, tormentas de gran intensidad y otros fenómenos extremos, deterioro de tierras y hábitats, pérdida de especies vegetales y animales y desplazamientos humanos, entre otros.